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¿QUIÉN ES?

Donald Trump nació el 14 de junio de 1946 en Nueva York. Es hijo de Fred Trump, un exitoso empresario del sector inmobiliario, y de Mary Anne MacLeod, inmigrante escocesa. Desde joven estuvo vinculado al negocio familiar, el cual heredó y expandió bajo el nombre de The Trump Organization, enfocándose en bienes raíces, hoteles y casinos. Durante décadas fue una figura prominente del mundo empresarial y del entretenimiento, especialmente por su papel como conductor del reality show The Apprentice. Aunque se inmiscuyo varias veces en la política, no fue hasta 2015 que lanzó oficialmente su candidatura presidencial por el Partido Republicano. Su estilo directo, populista y polémico lo catapultó rápidamente como una figura central en la política estadounidense, ganando la presidencia en 2016.

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SU HISTORIA EN LA POLÍTICA

Donald Trump ingresó a la política en 2015 al anunciar su candidatura presidencial por el Partido Republicano, tras décadas como empresario y figura mediática. Su postura política combina nacionalismo, conservadurismo económico, proteccionismo comercial. Se presentó como un outsider dispuesto a romper con el establishment y recuperar el poder para el “pueblo estadounidense”. Entre los momentos más significativos de su trayectoria política destacan su sorpresiva victoria en las elecciones de 2016, su primer juicio político en 2019, y su controvertido papel en la elección de 2020, que desembocó en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Estos hechos consolidaron su imagen como una figura profundamente divisiva e influyente en la política de Estados Unidos.

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SU POSTURA FRENTE A LA MIGRACIÓN

La postura de Donald Trump frente a los migrantes ha estado marcada por una narrativa que los representa como una amenaza para la seguridad, la economía y la identidad nacional de Estados Unidos. Desde su primera campaña presidencial, y a lo largo de su gobierno, tanto él como el movimiento MAGA han empleado un discurso cargado de connotaciones negativas, asociando la migración con el crimen, el desempleo y el desorden social. Esta construcción simbólica del migrante como “el otro” ha servido no solo para justificar políticas migratorias cada vez más restrictivas — como la construcción del muro fronterizo o la eliminación de programas de protección como el DACA y el TPS —, sino también para movilizar emocionalmente a su base electoral mediante el miedo, la exclusión y una visión idealizada del pasado estadounidense.

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